La llama, camélido emblemático del Perú, ocho mil años de domesticación. Foto: Jorge Esquiroz
En el Perú, los camélidos andinos van camino a la extinción; en Canadá, llamas y alpacas son “la mejor inversión ganadera del mundo. En la mayoría de las provincias se les considera ganado y, como tal, pueden ofrecer ventajas e incentivos fiscales”.[1] |
Se estima que, hacia los inicios de la penetración española, las poblaciones de llamas superaban los 100 millones. Estos animales crearon las condiciones para la expansión de reinos e imperios, acarreando una diversidad de productos de intercambio entre la vasta variedad productiva de los muchos ecosistemas entre selvas, montañas y la costa marítima. Mucha de la carga se deshidrataba al frío (chuño, ccalla, charqui, etc.) facilitando masivos transportes. Para inicios del siglo pasado se estima quedaban 30 millones; a mediados, unos 6 millones; hoy, alrededor de dos millones. Dejó de aprovecharse su variada, fina y también valiosa fibra, junto con la de alpaca, con calidad, potencial térmico y fortaleza (elaboración de sacos, sogas, huaracas, etc.).
Desde mediados de 1980 se inició la exportación clandestina e ilegal de los camélidos andinos, lo que trajo consigo criaderos en Australia, Canadá, los EEUU, México, U.K., Irlanda, Suecia, Noruega, Francia, Alemania, Austria, Suiza, entre otros, donde se vienen desarrollando importantes industrias no solo en textilería, sino en múltiples servicios que puede dar la llama: como ahuyentadora de coyotes y zorros en rebaños de ovejas, caddys en campos de golf, acompañantes cargueras en excursiones turísticas de trekking en parque nacionales, zonas rurales y playas. Al igual que la equino-terapia, las llamas se usan como herramienta terapéutica y coadyuvante en la rehabilitación de niños, adolescentes y adultos a nivel neuromuscular, psicológico, cognitivo y social, así como en la mejora de enfermos terminales, contituyéndose en un incentivo para pacientes, en especial, ancianos. A ello se suma patentes registradas en el extranjero de dos componentes de la estructura celular de la llama identificados por sus propiedades para el reforzamiento de la inmunidad humana.
Canadá destaca por su liderazgo en el aprovechamiento de camélidos andinos, con numerosas asociaciones de criadores y de proveedores de servicios. Cuentan con el apoyo del Ontario Ministry of Agriculture, Food and Rural Affairs, el que ha fomentando la crianza, sanidad y desarrollo industrial de cerca de unos 60,000 ejemplares de camélidos andinos. Simultáneamente, China viene comprando alpacas bien criadas en Australia y se ha trazado la meta de contar con 6 millones de alpacas para su industria textil. En el extranjero, el costo de un camélido fluctúa entre los US$3 mil y los US$25,000.
Hace unos años, descubierto el potencial de la fibra de la llama en la producción de las costosas y afamadas alfombras persas, una empresa nepalesa productora de las alfombras tibetanas, tipo persa, solicitó comprar grandes volúmenes de lana de llama. No logró encontrar a nadie que las esquile, aun dispuestos a pagar por el triple del costo de la lana de ovino, importada a Nepal desde Australia y Nueva Zelanda.
En nuestro país el decreciente número de llamas se agrava con su progresivo desplazamiento de los mejores pastos y el deterioro de su salud por causas nutricionales y/o enfermedades parasitarias (p. ej. fasciolosis, por pastar junto a vacunos). Todo ello conlleva a la pérdida de su valor – menor calidad de fibra y de carne– y pone en riesgo su conservación por falta de manejo y aprovechamiento. Una llama se compra con 200 soles y buena parte termina clandestinamente vendida para el “alpaca steak”, plato exótico del turista en Cusco.
Actualmente, diversas instituciones, entre ellas Tinkuy Consult, buscan apoyo para evitar el colapso de las poblaciones de llamas, considerando, que aún en su desafortunado destino, constituyen aún el más variado banco de germoplasma de nuestra especie emblemática, potencial que el Perú no puede pasar inadvertido.